jueves, 16 de octubre de 2008

Guerra y Paz




Es un gran honor y un privilegio hablar sobre algo tan fundamental para un ser humano. Normalmente, hablamos de cosas buenas para la sociedad o para un país, pero no es frecuente toparnos con algo relacionado específicamente con cada ser humano. No con lo que un ser humano puede llegar a crear o alcanzar, sino con su potencial interior para sentirse contento y en paz.

¿De qué tipo de paz estoy hablando? Hablo de una paz innata en cada ser humano. Ahora, ¿qué tiene esto de bueno? Esa es la gran pregunta. Las tácticas que utilizamos hoy en día para la guerra —fórmulas económicas, soluciones, ideas sobre lo que la guerra significa— han sido probadas durante muchos, muchos años. Ante cualquier pequeña variación, todos nos ponemos muy contentos: “Sí, sí, esa es la solución”.

Hace mucho tiempo, Sócrates dijo: “Conócete a ti mismo”. Pero en lugar de dedicarnos a ello, intentamos llegar a la Luna. Pensamos: “Alcanzar la Luna lo arreglará todo”. Bueno, eso hizo que los relojes de pulsera fueran más baratos, que existieran pequeños LED y un montón de tecnología. Pero la paz, no.

Hay dos palabras que han ido de la mano a través de la historia: paz y prosperidad. “Paz y prosperidad”, no “paz o…” Es una fórmula bastante importante, por eso se la conoce desde hace tanto tiempo. Hemos ido en busca de la prosperidad; pero de la paz, no. ¿Y con qué hemos terminado al fin? Sin paz ni prosperidad. Parece que la prosperidad viene y va. Un día eres millonario, y al día siguiente el mercado de valores baja y no eres nadie, porque no te has identificado con quien realmente eres.

Lo que estoy buscando no está fuera de mí. Lo que tengo, no lo reconozco. Reconozco a mis amigos, a todos los que me encuentro, pero ¿me reconozco a mí mismo?

Conocer quién eres significa mucho. Lo que buscas, las soluciones que demandas, tus necesidades más esenciales están arraigadas en ti como ser humano que eres.

El hecho de que quieras ser feliz no es accidental. Nadie te enseñó a ser feliz. Existe una razón fundamental por la que, una y otra vez, eliges la alegría en lugar del dolor, la luz en lugar de la oscuridad, la felicidad en lugar de la tristeza, la claridad en lugar de la duda.

Nadie va a un templo a rezar: “Dios, me has dado demasiada felicidad. Por favor, quítame un poco”. Nunca. No hay límite.

El deseo de ser feliz que hay dentro de ti es inmortal. El deseo de paz es inmortal, y nunca ha dejado de acompañar a cada una de las generaciones que han vivido sobre la faz de esta Tierra.

Confiere gran crédito a la humanidad el que en mitad de una guerra haya gente esperando la paz, sin rendirse. Para mí, ellos son los héroes. Puede que se trate de personas sin recursos, sin autoridad, micrófono o público que las escuche. Puede que vivan en un pueblecito situado en la cima de una montaña de Afganistán o en medio del desierto de Irak, pero, contra todo pronóstico, esperan que haya paz.

No sólo hay guerra cuando hay tanques. Existe otro tipo de guerra. Una guerra increíblemente intensa y devastadora. Sus bombas son mucho más poderosas, y sus proyectiles no cesan. Esta guerra puede recrudecerse de día y de noche. No hay alto el fuego. Sigue y sigue sin parar. Pero incluso en ella, hay algo dentro de cada ser humano que quiere la paz. La dignidad real de un ser humano queda preservada cuando éste no sólo escucha a su mente sino también a su corazón y hay un equilibrio entre los dos.

Haz de ese corazón tu amigo. Ese corazón que incluso en medio de la guerra quiere la paz. Haz de ese corazón tu aliado, y tendrás un amigo para toda la vida. Tendrás un amigo real, un amigo verdadero.

Maharaji

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